30 Días de Sanando el Corazón Latino – Día 21: Cuando la adicción disfraza el dolor
Estudio por Pastor Daniel Praniuk
Introducción
En nuestra cultura, hablar de adicciones suele reducirse a alcohol o drogas. Pero la realidad es que hay muchas formas de escape: pornografía, redes sociales, comida, trabajo, incluso relaciones tóxicas. Todas estas son maneras de anestesiar el alma cuando el dolor, la soledad o el vacío parecen insoportables.
El problema es que la anestesia se acaba, y el vacío sigue allí, más profundo que antes. La adicción promete alivio, pero entrega esclavitud. Solo Cristo ofrece libertad verdadera.
Punto 1: La raíz de la adicción es el dolor no sanado
Nadie busca adicciones por casualidad. Detrás de cada hábito destructivo hay una herida: rechazo, abandono, fracaso, inseguridad. La adicción no es el problema principal, sino un síntoma de algo más profundo (Jeremías 6:14).
Punto 2: El engaño del placer momentáneo
El pecado siempre ofrece satisfacción inmediata, pero con factura eterna. La adicción es un ciclo: placer rápido seguido de vergüenza y más vacío. Proverbios 14:12 nos advierte: “Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte.”
Punto 3: La esclavitud invisible
Muchos dicen “yo puedo dejarlo cuando quiera”, pero la realidad es que no pueden. Jesús mismo explicó en Juan 8:34: “Todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado.” La adicción no solo afecta el cuerpo, también encadena la mente y el corazón.
Punto 4: Cristo rompe cadenas
La buena noticia es que Jesús vino a libertar a los cautivos (Lucas 4:18). No importa si la cadena es de alcohol, pornografía, drogas, redes sociales o cualquier otra cosa: su poder es mayor que cualquier atadura. Su sangre no solo perdona, también libera.
Punto 5: La comunidad como apoyo en el proceso
Sanar de una adicción no se logra en soledad. Dios diseñó la iglesia como una familia donde encontramos apoyo, oración y rendición de cuentas. Santiago 5:16 nos anima: “Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados.”
Conclusión
Las adicciones son disfraces del dolor. Prometen llenar el vacío, pero solo lo hacen más grande. La verdadera libertad no está en la fuerza de voluntad, sino en Jesucristo. Cuando entregamos nuestras heridas a Dios y buscamos su gracia, Él nos da fuerzas para vencer.
Hoy reconoce tu lucha. Nómbrala delante de Dios. Da un paso: busca ayuda, habla con alguien de confianza, pide oración. No se trata de cargar la cadena solo, sino de entregar el peso al Señor que ya venció en la cruz.
Preguntas para Reflexión :
- 1. ¿Qué heridas internas podrían estar alimentando mis adicciones?
- 2. ¿Qué promesa de “alivio” me ha dado mi adicción que en realidad nunca cumplió?
- 3. ¿Estoy reconociendo mi necesidad de ayuda o sigo escondiendo mi lucha?
- 4. ¿Cómo puede la Palabra de Dios renovar mi mente y fortalecerme en la batalla?
- 5. ¿A quién podría acercarme hoy para orar juntos y comenzar un proceso de libertad?
